lunes, 2 de junio de 2025

Pez capitán de la sabana

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Bienvenidos. En esta presentación, nos sumergiremos en el fascinante mundo del Capitán de la Sabana, Eremophilus mutisii, un pez emblemático y endémico de los humedales del altiplano cundiboyacense. A lo largo de esta exposición, desglosaremos su taxonomía, ubicándolo dentro del árbol de la vida y comprendiendo su linaje evolutivo. Exploraremos su biología, adentrándonos en sus características morfológicas, su fisiología y sus estrategias reproductivas que le han permitido sobrevivir en un ambiente particular. También examinaremos sus interacciones ecológicas, analizando su papel dentro de la red trófica de los ecosistemas acuáticos y cómo se relaciona con otras especies. Finalmente, abordaremos la importancia cultural de este pez, reconociéndolo no solo como un componente biológico valioso, sino también como parte integral del patrimonio natural y la identidad de la región.

Este pez pertenece al Phylum Chordata, un grupo diverso de animales caracterizado por la presencia de una notocorda en alguna etapa de su desarrollo, una estructura flexible en forma de varilla que proporciona soporte al cuerpo. Los cordados tienen una historia evolutiva que se remonta a unos 530 millones de años en el período Cámbrico, y de ellos se desprenden los vertebrados, a los que pertenece nuestro Capitán.

Dentro del Phylum Chordata, el Eremophilus mutisii se clasifica en la Clase Actinopterygii, que agrupa a los peces con aletas radiadas. Este es un grupo increíblemente exitoso y diverso, que apareció hace aproximadamente 420 millones de años durante el período Silúrico. Su nombre, "aletas radiadas", se refiere a la forma en que los huesos de sus aletas se extienden como radios, proporcionando soporte y flexibilidad para el movimiento en el agua.

Continuando con la clasificación del Capitán de la Sabana, dentro de los peces de aleta radiada lo ubicamos en el orden Siluriformes, comúnmente conocidos como peces gato. Su nombre se debe a sus prominentes barbillones, que se asemejan a los bigotes de un gato, aunque no todas las especies los tienen tan desarrollados. Una característica distintiva de los siluriformes es que carecen de escamas, siendo su piel desnuda o, en algunos casos, cubierta por placas óseas.

Los peces gato se definen por rasgos específicos de su cráneo y vejiga natatoria. Su diversidad es asombrosa, abarcando desde las especies más grandes del mundo, como el pez gato gigante del Mekong, el siluro europeo y la piraíba de Sudamérica, hasta pequeños organismos detritívoros, carroñeros de fondos acuáticos e incluso diminutas especies ectoparásitas como los candirús. En algunas regiones, como el sur de Estados Unidos, los peces gato son conocidos por diversos apodos coloquiales, que varían según la localidad.

Desde una perspectiva comercial, los siluriformes tienen una gran importancia. Muchas de las especies de mayor tamaño se cultivan o pescan para el consumo humano, como el Pangasius y el Clarias. Además, varias especies más pequeñas, como las del género Corydoras, son muy populares en el mundo de la acuariofilia. La presencia del Capitán de la Sabana en este grupo resalta su singularidad y la riqueza biológica de nuestros ecosistemas.

El mejor modelo actual plantea que los peces gato tuvieron su origen en el supercontinente de Gondwana, con un centro principal de diversificación en Sudamérica. Los grupos de peces gato vivos más basales (es decir, los más antiguos y con menos modificaciones evolutivas) se encuentran en esta región. Los fósiles más antiguos y definitivos de peces gato se han descubierto en América, datando de las etapas Campaniense a Maastrichtiense del Cretácico Superior, lo que sitúa su aparición definitiva hace aproximadamente 83 a 66 millones de años. Estos incluyen especies como los Andinichthyidae, Vorhisia vulpes y posiblemente Arius.

Aunque existe un registro fósil potencial de África Occidental que podría ser anterior, datando tentativamente del Coniaciense-Santoniense del Cretácico Superior (hace unos 89 a 83 millones de años), ha sido considerado poco fiable. Sin embargo, el hallazgo de Afrocascudo, un pez gato acorazado del Cenomaniano del Cretácico Superior en Marruecos (hace unos 100 a 94 millones de años), sugiere una diversificación extensiva de los peces gato, o al menos de los loricarioideos, antes del inicio del Cretácico Superior. Dada la presencia exclusiva de loricáridos actuales en Sudamérica, gran parte de esta diversificación debió ocurrir en el Gondwana Occidental antes de su fragmentación en los continentes actuales. A pesar de algunas controversias sobre la clasificación de Afrocascudo, su descubrimiento sigue siendo clave para comprender la historia evolutiva temprana de los peces gato.

Gondwana fue un supercontinente masivo que existió hace cientos de millones de años, uniendo lo que hoy conocemos como Sudamérica, África, la Antártida, Australia y el subcontinente indio. Su fragmentación progresiva, que se aceleró durante el Cretácico Superior, fue un evento geológico de proporciones colosales con profundas implicaciones biológicas. A medida que Gondwana se dividía en continentes separados, se crearon nuevas barreras geográficas que aislaron a las poblaciones de peces gato y otros organismos. Este aislamiento geográfico fue un motor clave de la especiación, ya que las poblaciones separadas evolucionaron de forma independiente, dando lugar a la diversidad que observamos hoy. La separación de Gondwana no solo redefinió la geografía de la Tierra, sino que también esculpió la distribución y la evolución de innumerables especies, incluido el Capitán de la Sabana, cuyo linaje se remonta a estos antiguos movimientos tectónicos.

Continuando nuestro recorrido por la taxonomía del Capitán de la Sabana, nos adentramos en su clasificación más específica. Este pez se clasifica dentro de la familia Trichomycteridae, un grupo conocido comúnmente como peces lápiz o peces gato parásitos. Esta familia es notable por incluir especies como el temido candirú (Vandellia cirrhosa), infame por su supuesta capacidad de entrar en la uretra humana, siendo uno de los pocos cordados parásitos. Otro miembro importante de esta familia es la life monsefúana (Trichomycterus punctulatus), que no solo fue relevante para la antigua cultura Moche, sino que sigue siendo un componente culinario significativo en Perú.

Dentro de la familia Trichomycteridae, el Capitán de la Sabana se ubica en la subfamilia Trichomycterinae. Esta subfamilia comprende seis géneros, de los cuales Eremophilus es uno de los monotípicos (es decir, contiene una sola especie), junto con Bullockia, Hatcheria y Rhizosomichthys. El género Trichomycterus, por su parte, es el más diverso, con más de 170 especies. Los Trichomycterinae suelen habitar en las cabeceras de los ríos y en pequeños arroyos de aguas frías y claras, con lechos pedregosos. Debido a la distribución fragmentada de estos hábitats, las especies de esta subfamilia suelen tener distribuciones geográficas restringidas, lo que se traduce en un alto nivel de endemismo.

Finalmente, llegamos al género al que pertenece nuestro protagonista: Eremophilus. Como ya se mencionó, es un género monotípico, conteniendo únicamente a la especie Eremophilus mutisii, el Capitán de la Sabana. Este pez puede alcanzar los 30 centímetros de longitud y es originario de la cuenca del río Bogotá, un afluente del río Magdalena. Es probable que haya sido introducido en los valles de Ubaté, Chiquinquirá y Tundama en Colombia.

El Capitán de la Sabana, Eremophilus mutisii, es una especie íctica endémica del altiplano Cundiboyacense, lo que significa que solo se encuentra naturalmente en esta región de Colombia. Ha sido catalogado como el pez gato de agua dulce con mayores probabilidades de piscicultura en zonas frías altoandinas, lo que resalta su potencial para la acuicultura.

Este pez se caracteriza por tener un cuerpo cilíndrico y fusiforme, lo que le otorga una forma alargada y hidrodinámica, ideal para la vida en el agua. Posee una aleta dorsal, dos aletas pectorales y una aleta anal homocerca, lo que indica que los lóbulos de su aleta caudal son de tamaño similar. Una de sus características más distintivas son sus tres pares de barbillones, estructuras sensoriales que utiliza para detectar alimento en el fondo del agua. Aunque presentes, las espinas en sus opérculos (cubiertas branquiales de hueso) no son muy visibles. Su coloración suele ser verde oscuro con manchas amarillas y ornamentación negra, lo que le proporciona camuflaje en su hábitat natural. Es importante destacar que, al igual que otros siluriformes, el Capitán de la Sabana no tiene escamas.

La talla máxima reportada para el Capitán de la Sabana es de 32 cm, aunque se estima que puede llegar a 50 cm. Su peso generalmente oscila entre 200 y 500 gramos. Ocasionalmente, se le conoce como Capitán Rey debido a la presencia de coloraciones en su piel un poco más claras o incluso albinas, lo que le confiere una apariencia distintiva

Aunque no lo mencionamos explícitamente antes, los peces gato son un grupo extraordinariamente adaptable, y su éxito no solo se debe a su capacidad para sobrevivir en los diversos continentes con características ecológicas distintas tras la fragmentación de Gondwana, sino también a su independencia de la respiración branquial exclusiva. Las branquias, aunque eficientes en el medio acuático, presentan limitaciones fuera del agua. Para ventilar oxígeno, necesitan mantenerse boyantes y húmedas. La boyancia se refiere a la expansión natural de los tejidos al estar sumergidos, pero fuera del agua, las branquias colapsan y pierden su superficie de intercambio gaseoso.

Sin embargo, la mayoría de los peces gato han desarrollado órganos accesorios de intercambio de aire, una adaptación crucial que les permite sobrevivir en ambientes con bajos niveles de oxígeno o incluso fuera del agua por períodos limitados. Estos órganos incluyen:

Vejigas natatorias vascularizadas: Modificadas para funcionar como pulmones primitivos, permitiendo la absorción de oxígeno atmosférico.

Tracto gastrointestinal modificado: Algunas especies pueden absorber oxígeno a través de las paredes de su estómago o intestino, como el Capitán de la Sabana.

Piel especializada: Ciertas especies poseen una piel altamente vascularizada que facilita la respiración cutánea, especialmente cuando están en ambientes muy húmedos o lodosos.

Árboles branquiales o dendríticos: Estructuras ramificadas en la cavidad branquial que aumentan la superficie de intercambio de gases, permitiendo la toma de aire directamente de la superficie.

Estas adaptaciones respiratorias confieren a los peces gato una notable resiliencia frente a las fluctuaciones en la calidad del agua, permitiéndoles colonizar una amplia gama de hábitats, desde ríos de aguas rápidas hasta estanques lodosos y humedales con condiciones de hipoxia

De las diversas adaptaciones respiratorias que exhiben los peces gato, el Capitán de la Sabana (Eremophilus mutisii) depende principalmente de su tracto gastrointestinal para la respiración aérea. De hecho, sus vejigas natatorias están significativamente empequeñecidas y encapsuladas, lo que les confiere una flotabilidad muy reducida, casi comparable a la de un ladrillo. Esta característica les impide flotar libremente en la columna de agua, una situación similar a la de los tiburones que carecen de vejiga natatoria y dependen de un hígado graso y el movimiento constante para mantener su posición.

Sin embargo, esta aparente desventaja es en realidad una adaptación ventajosa para el Capitán de la Sabana. Prefieren habitar el lecho de los ríos y los fondos lodosos de los humedales, ambientes donde la flotabilidad reducida, o incluso flotabilidad negativa, es una ventaja. Esta adaptación les permite hundirse a mayores profundidades o mantenerse en el fondo con un mínimo esfuerzo, facilitando su modo de vida bentónico, donde buscan alimento y refugio entre el sustrato. Esta especialización en la flotabilidad es un ejemplo claro de cómo las adaptaciones de un organismo se ajustan a las condiciones de su hábitat preferido a lo largo de millones de años.

El Capitán de la Sabana, Eremophilus mutisii, es una especie endémica de Colombia, lo que significa que su distribución natural se limita exclusivamente a este país. Se encuentra específicamente en la cuenca del río Magdalena y, de manera más localizada, en la subcuenca del Altiplano Cundiboyacense. Este pez se distribuye en un rango altitudinal que va desde los 2500 hasta los 3100 metros sobre el nivel del mar, donde las temperaturas del agua son relativamente bajas y no suelen superar los 18-20°C. Estas condiciones ambientales frías y de gran altura son características de su hábitat nativo.

Actualmente, el Capitán de la Sabana aún puede encontrarse en varios cuerpos de agua importantes de la región. Entre ellos destacan la Laguna de Fúquene, los embalses de Tominé y Sisga, y otros cuerpos de agua ubicados en los municipios de Cogua, Suesca y Chocontá. La presencia del Capitán en estos sitios, a pesar de las presiones ambientales, resalta la importancia de estos ecosistemas como refugios para la especie.

El Capitán de la Sabana es un pez carnívoro. Su dieta se compone principalmente de invertebrados bentónicos y litorales. En los estudios realizados en reservorios artificiales, se observó que preferentemente ingieren larvas de insectos, como las larvas de quironómidos. También se ha encontrado que consumen moluscos y anélidos, así como otros artrópodos. La composición del bentos en su hábitat incluye efipios de Daphnia, lumbricúlidos y larvas de quironómidos, mientras que en la comunidad litoral, los insectos acuáticos, especialmente los hemípteros, son componentes importantes de su dieta. Su modo de vida bentónico y sus barbillones le facilitan la búsqueda y captura de estos organismos en el fondo de los cuerpos de agua

El Capitán de la Sabana es un pez carnívoro, lo que significa que su dieta se basa en el consumo de otros animales. Sus alimentos principales son los invertebrados bentónicos y litorales. Para entenderlo, los invertebrados son animales que, a diferencia de los peces o los humanos, no tienen columna vertebral, como los insectos o los caracoles. Los bentónicos se refieren a aquellos organismos que habitan el fondo de un cuerpo de agua, ya sea en el lodo o entre las rocas, mientras que los litorales son los que viven en la zona cercana a la orilla o en la vegetación acuática.

En estudios realizados en reservorios artificiales, se observó que el Capitán de la Sabana consume preferentemente larvas de insectos, que son las formas jóvenes de insectos acuáticos como los quironómidos, pequeños bichos parecidos a mosquitos. Además, su dieta incluye moluscos (como caracoles o almejas), anélidos (gusanos acuáticos como los lumbricúlidos) y otros artrópodos (un grupo amplio que incluye insectos y pequeños crustáceos como los efipios de Daphnia, que son formas de resistencia de las "pulgas de agua"). En el bentos (el conjunto de organismos del fondo), se encuentran estos pequeños animales, mientras que en la zona litoral, los insectos acuáticos, especialmente los hemípteros (chinches acuáticas), son importantes para su alimentación.

La capacidad del Capitán de la Sabana para encontrar y capturar estos organismos se debe a su modo de vida bentónico, es decir, que pasa la mayor parte de su tiempo en el fondo del agua. A esto se suman sus barbillones, esas estructuras sensoriales parecidas a "bigotes", que le permiten detectar y localizar a sus presas incluso en ambientes con poca visibilidad o en el lodo, lo que le confiere una adaptación excepcional para su hábitat específico.

En cuanto a su reproducción, el Capitán de la Sabana presenta ciclos reproductivos que están influenciados por las condiciones ambientales, particularmente los niveles de agua. Los ejemplares capturados en estudios estaban en etapas iniciales de desarrollo sexual. Se ha sugerido que el aumento del nivel del agua, típicamente durante las temporadas de lluvia, es necesario para que el pez desove. Los estudios en reservorios artificiales indicaron que los niveles de agua podrían no ser suficientes para inducir el desove de forma natural.

Sin embargo, se han logrado avances significativos en la reproducción inducida en cautiverio de Eremophilus mutisii utilizando hormonas, como el extracto de hipófisis de carpa (EPC). Los huevos obtenidos tienen un diámetro promedio de 1 mm y aumentan hasta 4-5 mm al hidratarse. Las larvas eclosionan con una longitud total de aproximadamente 3.1-3.5 mm, con un saco vitelino prominente que se reabsorbe gradualmente. La incubación se realiza a temperaturas promedio de 16°C, y las larvas muestran buena aceptación a la alimentación con nauplios de Artemia y otros alimentos artificiales.

Es importante destacar que el Capitán de la Sabana es una especie con potencial para la piscicultura en zonas frías, y los estudios sobre su reproducción inducida son fundamentales para la conservación y el fomento de su aprovechamiento acuícola

Aunque el Capitán de la Sabana ha sido catalogado como "casi amenazada" en el Libro Rojo de los Peces de Colombia en 2002, y posteriormente como "vulnerable" en 2012, las estrategias de conservación tradicionalmente enfocadas en recuperación, mitigación y uso sostenible no siempre abordan la realidad biológica y ecológica de esta especie. Una alternativa mucho más realista y contundente para su conservación radica en reconocer que este pez ya está excepcionalmente adaptado a las condiciones de la Sabana. Ha demostrado una sorprendente resistencia y capacidad de supervivencia, incluso superando la competencia con especies introducidas de mayor tamaño y abundancia como la trucha y la carpa. Por ende, el Capitán de la Sabana posee un enorme potencial para ser empleado en la piscicultura sostenible, aprovechando sus adaptaciones naturales en lugar de luchar contra ellas.

Actualmente, no existe un paquete tecnológico estandarizado para la piscicultura del Capitán de la Sabana. Sin embargo, esta especie no es muy exigente en cuanto a la calidad del agua, lo que simplifica su manejo en sistemas de cultivo. Para el establecimiento de protocolos de reproducción, es crucial seleccionar individuos del medio natural basándose en sus condiciones corporales y estado reproductivo. En los machos, se recomienda una talla no menor a 20 cm y que expulsen semen al realizar presión abdominal, mientras que en las hembras, la talla mínima debe ser de 25 cm y expulsar ovocitos de coloración verde oliva oscuro al aplicar presión abdominal. Es vital garantizar condiciones adecuadas de calidad del agua y oxígeno durante el transporte de los animales al sitio de producción para minimizar el estrés.

En el sitio productivo, los peces pueden establecerse en un sistema de recirculación simple, que incluya un filtro biológico y una motobomba para la recirculación del agua, elementos clave en el mantenimiento de las condiciones fisicoquímicas adecuadas. Una vez que el sistema esté acondicionado con los parámetros de calidad del agua, como temperatura, oxígeno disuelto, pH y amonio, es importante implementar enriquecimientos ambientales que favorezcan el bienestar animal. Esto puede lograrse proporcionando sitios de refugio, fundamentales para disminuir el estrés fisiológico, permitiendo que los peces se oculten de la luz mediante el uso de materiales artificiales como tubos de PVC, y la inclusión de vegetación superficial o polisombra para reducir la intensidad lumínica en el estanque.

La alimentación representa otro aspecto esencial para la supervivencia y crecimiento. Dado que el Capitán de la Sabana presenta hábitos nocturnos y es un omnívoro selectivo con tendencia carnívora, se recomienda el uso de dietas ricas en proteína que se hundan hasta el fondo del estanque, adaptadas a su comportamiento trófico. Como fuentes alimenticias pueden emplearse vísceras cocidas como hígado y corazón de pollo, compactados en gelatina sin sabor para facilitar su ingestión, así como insectos acuáticos, especialmente del tipo copépodos, que forman parte de su dieta natural. Es fundamental continuar con los estudios nutricionales que permitan establecer dietas óptimas tanto para juveniles como para adultos en condiciones de cautiverio, favoreciendo la sustentabilidad biológica del sistema.

En la acuicultura y la piscicultura latinoamericanas, la introducción de especies exóticas se ha convertido en una práctica común que, si bien responde a motivos económicos y de mercado, conlleva riesgos ecológicos considerables. Estas especies, al no pertenecer al ecosistema local, pueden convertirse en especies invasoras, desplazando a organismos nativos, alterando redes tróficas y generando desequilibrios en los ciclos de nutrientes y energía. Ejemplos clásicos incluyen la tilapia, el pez gato africano o la carpa, cuya alta tasa de reproducción y adaptabilidad les permite colonizar rápidamente cuerpos de agua, compitiendo con especies autóctonas por alimento, espacio y refugio. Además, muchas veces estas especies introducidas portan patógenos o parásitos frente a los cuales las especies nativas no tienen defensas, lo que puede provocar verdaderas catástrofes sanitarias en los ecosistemas dulceacuícolas.

Uno de los factores que ha incentivado esta preferencia por especies exóticas es el eurocentrismo cultural que permea muchas decisiones comerciales en América Latina. Este sesgo valora de forma acrítica lo que proviene de Europa o de países del norte global, asociándolo con mayor prestigio, productividad o calidad, mientras se desconocen o menosprecian las especies nativas. En muchos casos, este etnocentrismo negativo impide ver el potencial adaptativo y ecológico de peces autóctonos que han evolucionado en simbiosis con su ambiente, que presentan una alta tolerancia a las variaciones de oxígeno, temperatura y pH, y que además cumplen roles importantes dentro de sus ecosistemas. Esta lógica de importación también responde a un modelo de consumo globalizado que prioriza especies “famosas” por su presencia en mercados internacionales, como la trucha o el salmón, ignorando las realidades ecológicas y sociales locales.

El resultado de esta práctica no es solo un riesgo ecológico, sino también un desaprovechamiento económico. Muchas especies nativas poseen características que las hacen más resistentes, menos exigentes nutricionalmente y más económicas de cultivar, además de tener sabores y texturas muy valorados en mercados regionales. Sin embargo, su desconocimiento en los circuitos de comercialización y su escasa promoción científica han hecho que se mantengan marginadas frente a especies extranjeras, que requieren a menudo sistemas más sofisticados y costosos. Al ignorar estas posibilidades, los productores muchas veces terminan invirtiendo más dinero en sistemas de filtración, alimentación especializada o control de enfermedades, cuando especies locales podrían representar una alternativa más sostenible y rentable.

Superar esta situación requiere un cambio de paradigma que reconozca el valor de lo propio y promueva la investigación, el consumo y el comercio de especies nativas. Este cambio debe comenzar por la educación científica, pero también por políticas públicas que incentiven el cultivo de peces autóctonos y que regulen con mayor severidad la introducción de especies foráneas. También es necesario que los mercados se sensibilicen frente al impacto ecológico de sus decisiones y comiencen a valorar no solo el rendimiento económico inmediato, sino la sostenibilidad a largo plazo. La biodiversidad latinoamericana no necesita ser sustituida: necesita ser reconocida, protegida y aprovechada con inteligencia ecológica y justicia cultural.

Referencias

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