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Bienvenidos. En esta presentación, nos sumergiremos en el
fascinante mundo del Capitán de la Sabana, Eremophilus mutisii,
un pez emblemático y endémico de los humedales del altiplano
cundiboyacense. A lo largo de esta exposición, desglosaremos su taxonomía,
ubicándolo dentro del árbol de la vida y comprendiendo su linaje
evolutivo. Exploraremos su biología, adentrándonos en sus características
morfológicas, su fisiología y sus estrategias reproductivas
que le han permitido sobrevivir en un ambiente particular. También
examinaremos sus interacciones ecológicas, analizando su papel dentro de
la red trófica de los ecosistemas acuáticos y cómo se relaciona
con otras especies. Finalmente, abordaremos la importancia cultural
de este pez, reconociéndolo no solo como un componente biológico
valioso, sino también como parte integral del patrimonio natural y la identidad
de la región.
Este pez pertenece al Phylum Chordata,
un grupo diverso de animales caracterizado por la presencia de una notocorda
en alguna etapa de su desarrollo, una estructura flexible en forma de
varilla que proporciona soporte al cuerpo. Los cordados tienen
una historia evolutiva que se remonta a unos 530 millones de años
en el período Cámbrico, y de ellos se desprenden los vertebrados, a los
que pertenece nuestro Capitán.
Dentro del Phylum Chordata, el Eremophilus
mutisii se clasifica en la Clase Actinopterygii, que agrupa a
los peces con aletas radiadas. Este es un grupo increíblemente
exitoso y diverso, que apareció hace aproximadamente 420 millones de
años durante el período Silúrico. Su nombre, "aletas radiadas",
se refiere a la forma en que los huesos de sus aletas se
extienden como radios, proporcionando soporte y flexibilidad para el movimiento
en el agua.
Continuando con la clasificación del Capitán de la
Sabana, dentro de los peces de aleta radiada lo ubicamos en el orden
Siluriformes, comúnmente conocidos como peces gato. Su nombre se
debe a sus prominentes barbillones, que se asemejan a los bigotes de un
gato, aunque no todas las especies los tienen tan desarrollados. Una característica
distintiva de los siluriformes es que carecen de escamas, siendo
su piel desnuda o, en algunos casos, cubierta por placas óseas.
Los peces gato se definen por rasgos
específicos de su cráneo y vejiga natatoria. Su diversidad
es asombrosa, abarcando desde las especies más grandes del mundo, como
el pez gato gigante del Mekong, el siluro europeo y la piraíba
de Sudamérica, hasta pequeños organismos detritívoros, carroñeros
de fondos acuáticos e incluso diminutas especies ectoparásitas como los candirús.
En algunas regiones, como el sur de Estados Unidos, los peces gato son
conocidos por diversos apodos coloquiales, que varían según la
localidad.
Desde una perspectiva comercial, los siluriformes
tienen una gran importancia. Muchas de las especies de mayor
tamaño se cultivan o pescan para el consumo humano, como el Pangasius
y el Clarias. Además, varias especies más pequeñas, como las del género
Corydoras, son muy populares en el mundo de la acuariofilia. La
presencia del Capitán de la Sabana en este grupo resalta su singularidad
y la riqueza biológica de nuestros ecosistemas.
El mejor modelo actual plantea que los peces gato
tuvieron su origen en el supercontinente de Gondwana, con un
centro principal de diversificación en Sudamérica. Los grupos
de peces gato vivos más basales (es decir, los más antiguos y con
menos modificaciones evolutivas) se encuentran en esta región. Los fósiles
más antiguos y definitivos de peces gato se han descubierto en América,
datando de las etapas Campaniense a Maastrichtiense del Cretácico Superior,
lo que sitúa su aparición definitiva hace aproximadamente 83 a 66 millones
de años. Estos incluyen especies como los Andinichthyidae, Vorhisia
vulpes y posiblemente Arius.
Aunque existe un registro fósil potencial de África
Occidental que podría ser anterior, datando tentativamente del
Coniaciense-Santoniense del Cretácico Superior (hace unos 89 a 83
millones de años), ha sido considerado poco fiable. Sin embargo, el
hallazgo de Afrocascudo, un pez gato acorazado del Cenomaniano
del Cretácico Superior en Marruecos (hace unos 100 a 94
millones de años), sugiere una diversificación extensiva de los peces
gato, o al menos de los loricarioideos, antes del inicio del Cretácico
Superior. Dada la presencia exclusiva de loricáridos actuales en Sudamérica,
gran parte de esta diversificación debió ocurrir en el Gondwana
Occidental antes de su fragmentación en los continentes actuales. A pesar
de algunas controversias sobre la clasificación de Afrocascudo, su
descubrimiento sigue siendo clave para comprender la historia evolutiva
temprana de los peces gato.
Gondwana fue un supercontinente masivo que existió
hace cientos de millones de años, uniendo lo que hoy conocemos como Sudamérica,
África, la Antártida, Australia y el subcontinente
indio. Su fragmentación progresiva, que se aceleró durante el Cretácico
Superior, fue un evento geológico de proporciones colosales con profundas implicaciones
biológicas. A medida que Gondwana se dividía en continentes separados, se
crearon nuevas barreras geográficas que aislaron a las poblaciones
de peces gato y otros organismos. Este aislamiento geográfico
fue un motor clave de la especiación, ya que las poblaciones
separadas evolucionaron de forma independiente, dando lugar a la diversidad
que observamos hoy. La separación de Gondwana no solo redefinió la geografía
de la Tierra, sino que también esculpió la distribución y la evolución
de innumerables especies, incluido el Capitán de la Sabana, cuyo
linaje se remonta a estos antiguos movimientos tectónicos.
Continuando nuestro recorrido por la taxonomía del
Capitán de la Sabana, nos adentramos en su clasificación más específica. Este pez
se clasifica dentro de la familia Trichomycteridae, un grupo
conocido comúnmente como peces lápiz o peces gato parásitos. Esta
familia es notable por incluir especies como el temido candirú
(Vandellia cirrhosa), infame por su supuesta capacidad de entrar en la
uretra humana, siendo uno de los pocos cordados parásitos. Otro miembro
importante de esta familia es la life monsefúana (Trichomycterus
punctulatus), que no solo fue relevante para la antigua cultura Moche,
sino que sigue siendo un componente culinario significativo en Perú.
Dentro de la familia Trichomycteridae, el
Capitán de la Sabana se ubica en la subfamilia Trichomycterinae.
Esta subfamilia comprende seis géneros, de los cuales Eremophilus
es uno de los monotípicos (es decir, contiene una sola especie),
junto con Bullockia, Hatcheria y Rhizosomichthys. El género
Trichomycterus, por su parte, es el más diverso, con más de 170 especies.
Los Trichomycterinae suelen habitar en las cabeceras de los ríos
y en pequeños arroyos de aguas frías y claras, con lechos pedregosos.
Debido a la distribución fragmentada de estos hábitats, las especies
de esta subfamilia suelen tener distribuciones geográficas restringidas,
lo que se traduce en un alto nivel de endemismo.
Finalmente, llegamos al género al que pertenece
nuestro protagonista: Eremophilus. Como ya se mencionó, es un género
monotípico, conteniendo únicamente a la especie Eremophilus
mutisii, el Capitán de la Sabana. Este pez puede alcanzar
los 30 centímetros de longitud y es originario de la cuenca del río
Bogotá, un afluente del río Magdalena. Es probable que haya sido introducido
en los valles de Ubaté, Chiquinquirá y Tundama en Colombia.
El Capitán de la Sabana, Eremophilus mutisii,
es una especie íctica endémica del altiplano Cundiboyacense, lo que
significa que solo se encuentra naturalmente en esta región de Colombia. Ha
sido catalogado como el pez gato de agua dulce con mayores
probabilidades de piscicultura en zonas frías altoandinas, lo que
resalta su potencial para la acuicultura.
Este pez se caracteriza por tener un cuerpo
cilíndrico y fusiforme, lo que le otorga una forma alargada y hidrodinámica,
ideal para la vida en el agua. Posee una aleta dorsal, dos aletas
pectorales y una aleta anal homocerca, lo que indica que los lóbulos
de su aleta caudal son de tamaño similar. Una de sus características más
distintivas son sus tres pares de barbillones, estructuras sensoriales
que utiliza para detectar alimento en el fondo del agua. Aunque presentes, las espinas
en sus opérculos (cubiertas branquiales de hueso) no son muy visibles.
Su coloración suele ser verde oscuro con manchas amarillas y ornamentación
negra, lo que le proporciona camuflaje en su hábitat natural. Es
importante destacar que, al igual que otros siluriformes, el Capitán de
la Sabana no tiene escamas.
La talla máxima reportada para el Capitán de la
Sabana es de 32 cm, aunque se estima que puede llegar a 50 cm. Su
peso generalmente oscila entre 200 y 500 gramos. Ocasionalmente,
se le conoce como Capitán Rey debido a la presencia de coloraciones
en su piel un poco más claras o incluso albinas, lo que le confiere una
apariencia distintiva
Aunque no lo mencionamos explícitamente antes, los peces
gato son un grupo extraordinariamente adaptable, y su éxito no solo
se debe a su capacidad para sobrevivir en los diversos continentes con características
ecológicas distintas tras la fragmentación de Gondwana, sino también a su
independencia de la respiración branquial exclusiva. Las branquias,
aunque eficientes en el medio acuático, presentan limitaciones fuera del agua.
Para ventilar oxígeno, necesitan mantenerse boyantes y húmedas. La boyancia
se refiere a la expansión natural de los tejidos al estar sumergidos, pero
fuera del agua, las branquias colapsan y pierden su superficie de intercambio
gaseoso.
Sin embargo, la mayoría de los peces gato han
desarrollado órganos accesorios de intercambio de aire, una adaptación
crucial que les permite sobrevivir en ambientes con bajos niveles de oxígeno
o incluso fuera del agua por períodos limitados. Estos órganos incluyen:
Vejigas natatorias vascularizadas: Modificadas para
funcionar como pulmones primitivos, permitiendo la absorción de oxígeno
atmosférico.
Tracto gastrointestinal modificado: Algunas especies
pueden absorber oxígeno a través de las paredes de su estómago o intestino,
como el Capitán de la Sabana.
Piel especializada: Ciertas especies poseen
una piel altamente vascularizada que facilita la respiración cutánea,
especialmente cuando están en ambientes muy húmedos o lodosos.
Árboles branquiales o dendríticos: Estructuras
ramificadas en la cavidad branquial que aumentan la superficie de intercambio
de gases, permitiendo la toma de aire directamente de la superficie.
Estas adaptaciones respiratorias confieren a los peces
gato una notable resiliencia frente a las fluctuaciones en la calidad
del agua, permitiéndoles colonizar una amplia gama de hábitats,
desde ríos de aguas rápidas hasta estanques lodosos y humedales
con condiciones de hipoxia
De las diversas adaptaciones respiratorias que
exhiben los peces gato, el Capitán de la Sabana (Eremophilus
mutisii) depende principalmente de su tracto gastrointestinal para
la respiración aérea. De hecho, sus vejigas natatorias están
significativamente empequeñecidas y encapsuladas, lo que les confiere una flotabilidad
muy reducida, casi comparable a la de un ladrillo. Esta característica
les impide flotar libremente en la columna de agua, una situación
similar a la de los tiburones que carecen de vejiga natatoria y
dependen de un hígado graso y el movimiento constante para mantener su
posición.
Sin embargo, esta aparente desventaja es en realidad una adaptación
ventajosa para el Capitán de la Sabana. Prefieren habitar el lecho de los
ríos y los fondos lodosos de los humedales, ambientes
donde la flotabilidad reducida, o incluso flotabilidad negativa,
es una ventaja. Esta adaptación les permite hundirse a mayores profundidades
o mantenerse en el fondo con un mínimo esfuerzo, facilitando su modo
de vida bentónico, donde buscan alimento y refugio entre el sustrato.
Esta especialización en la flotabilidad es un ejemplo claro de
cómo las adaptaciones de un organismo se ajustan a las condiciones
de su hábitat preferido a lo largo de millones de años.
El Capitán de la Sabana, Eremophilus mutisii,
es una especie endémica de Colombia, lo que significa que su distribución
natural se limita exclusivamente a este país. Se encuentra específicamente
en la cuenca del río Magdalena y, de manera más localizada, en la subcuenca
del Altiplano Cundiboyacense. Este pez se distribuye en un rango
altitudinal que va desde los 2500 hasta los 3100 metros sobre el nivel del
mar, donde las temperaturas del agua son relativamente bajas y no
suelen superar los 18-20°C. Estas condiciones ambientales frías y
de gran altura son características de su hábitat nativo.
Actualmente, el Capitán de la Sabana aún puede encontrarse
en varios cuerpos de agua importantes de la región. Entre ellos destacan
la Laguna de Fúquene, los embalses de Tominé y Sisga, y otros cuerpos
de agua ubicados en los municipios de Cogua, Suesca y Chocontá. La
presencia del Capitán en estos sitios, a pesar de las presiones ambientales,
resalta la importancia de estos ecosistemas como refugios para la especie.
El Capitán de la Sabana es un pez carnívoro. Su dieta
se compone principalmente de invertebrados bentónicos y litorales. En
los estudios realizados en reservorios artificiales, se observó que
preferentemente ingieren larvas de insectos, como las larvas de
quironómidos. También se ha encontrado que consumen moluscos y anélidos,
así como otros artrópodos. La composición del bentos en su hábitat
incluye efipios de Daphnia, lumbricúlidos y larvas de quironómidos,
mientras que en la comunidad litoral, los insectos acuáticos,
especialmente los hemípteros, son componentes importantes de su dieta.
Su modo de vida bentónico y sus barbillones le facilitan la
búsqueda y captura de estos organismos en el fondo de los cuerpos de
agua
El Capitán de la Sabana es un pez carnívoro, lo que
significa que su dieta se basa en el consumo de otros animales.
Sus alimentos principales son los invertebrados bentónicos y litorales.
Para entenderlo, los invertebrados son animales que, a diferencia
de los peces o los humanos, no tienen columna vertebral, como los insectos o
los caracoles. Los bentónicos se refieren a aquellos organismos
que habitan el fondo de un cuerpo de agua, ya sea en el lodo o entre las
rocas, mientras que los litorales son los que viven en la zona
cercana a la orilla o en la vegetación acuática.
En estudios realizados en reservorios artificiales, se
observó que el Capitán de la Sabana consume preferentemente larvas de
insectos, que son las formas jóvenes de insectos acuáticos como los quironómidos,
pequeños bichos parecidos a mosquitos. Además, su dieta incluye moluscos
(como caracoles o almejas), anélidos (gusanos acuáticos como los lumbricúlidos)
y otros artrópodos (un grupo amplio que incluye insectos y pequeños
crustáceos como los efipios de Daphnia, que son formas de
resistencia de las "pulgas de agua"). En el bentos (el
conjunto de organismos del fondo), se encuentran estos pequeños animales,
mientras que en la zona litoral, los insectos acuáticos, especialmente
los hemípteros (chinches acuáticas), son importantes para su alimentación.
La capacidad del Capitán de la Sabana para encontrar y
capturar estos organismos se debe a su modo de vida bentónico, es decir,
que pasa la mayor parte de su tiempo en el fondo del agua. A esto se suman sus barbillones,
esas estructuras sensoriales parecidas a "bigotes", que le permiten detectar
y localizar a sus presas incluso en ambientes con poca visibilidad o en el
lodo, lo que le confiere una adaptación excepcional para su hábitat
específico.
En cuanto a su reproducción, el Capitán de la Sabana presenta ciclos reproductivos que están influenciados por las condiciones ambientales, particularmente los niveles de agua. Los ejemplares capturados en estudios estaban en etapas iniciales de desarrollo sexual. Se ha sugerido que el aumento del nivel del agua, típicamente durante las temporadas de lluvia, es necesario para que el pez desove. Los estudios en reservorios artificiales indicaron que los niveles de agua podrían no ser suficientes para inducir el desove de forma natural.
Sin embargo, se han logrado avances significativos en la reproducción
inducida en cautiverio de Eremophilus mutisii utilizando hormonas,
como el extracto de hipófisis de carpa (EPC). Los huevos obtenidos tienen un
diámetro promedio de 1 mm y aumentan hasta 4-5 mm al hidratarse. Las larvas
eclosionan con una longitud total de aproximadamente 3.1-3.5 mm, con un saco
vitelino prominente que se reabsorbe gradualmente. La incubación se realiza a
temperaturas promedio de 16°C, y las larvas muestran buena aceptación a la
alimentación con nauplios de Artemia y otros alimentos artificiales.
Es importante destacar que el Capitán de la Sabana es
una especie con potencial para la piscicultura en zonas frías, y
los estudios sobre su reproducción inducida son fundamentales para la conservación
y el fomento de su aprovechamiento acuícola
Aunque el Capitán de la Sabana ha sido catalogado como "casi
amenazada" en el Libro Rojo de los Peces de Colombia en 2002, y
posteriormente como "vulnerable" en 2012, las estrategias
de conservación tradicionalmente enfocadas en recuperación, mitigación y
uso sostenible no siempre abordan la realidad biológica y ecológica
de esta especie. Una alternativa mucho más realista y contundente para
su conservación radica en reconocer que este pez ya está
excepcionalmente adaptado a las condiciones de la Sabana. Ha
demostrado una sorprendente resistencia y capacidad de supervivencia,
incluso superando la competencia con especies introducidas de
mayor tamaño y abundancia como la trucha y la carpa. Por ende, el
Capitán de la Sabana posee un enorme potencial para ser empleado en la piscicultura
sostenible, aprovechando sus adaptaciones naturales en lugar de luchar
contra ellas.
Actualmente, no existe un paquete tecnológico
estandarizado para la piscicultura del Capitán de la Sabana. Sin
embargo, esta especie no es muy exigente en cuanto a la calidad del
agua, lo que simplifica su manejo en sistemas de cultivo.
Para el establecimiento de protocolos de reproducción, es crucial
seleccionar individuos del medio natural basándose en sus condiciones
corporales y estado reproductivo. En los machos, se
recomienda una talla no menor a 20 cm y que expulsen semen al realizar presión
abdominal, mientras que en las hembras, la talla mínima debe ser de 25
cm y expulsar ovocitos de coloración verde oliva oscuro al aplicar presión
abdominal. Es vital garantizar condiciones adecuadas de calidad del
agua y oxígeno durante el transporte de los animales
al sitio de producción para minimizar el estrés.
En el sitio productivo, los peces pueden establecerse en un sistema
de recirculación simple, que incluya un filtro biológico y una motobomba
para la recirculación del agua, elementos clave en el mantenimiento de
las condiciones fisicoquímicas adecuadas. Una vez que el sistema esté
acondicionado con los parámetros de calidad del agua, como temperatura,
oxígeno disuelto, pH y amonio, es importante implementar enriquecimientos
ambientales que favorezcan el bienestar animal. Esto puede lograrse
proporcionando sitios de refugio, fundamentales para disminuir el estrés
fisiológico, permitiendo que los peces se oculten de la luz mediante el uso
de materiales artificiales como tubos de PVC, y la inclusión de vegetación
superficial o polisombra para reducir la intensidad lumínica
en el estanque.
La alimentación representa otro aspecto esencial para
la supervivencia y crecimiento. Dado que el Capitán de la Sabana
presenta hábitos nocturnos y es un omnívoro selectivo con tendencia
carnívora, se recomienda el uso de dietas ricas en proteína que se
hundan hasta el fondo del estanque, adaptadas a su comportamiento
trófico. Como fuentes alimenticias pueden emplearse vísceras cocidas
como hígado y corazón de pollo, compactados en gelatina sin sabor para
facilitar su ingestión, así como insectos acuáticos, especialmente del
tipo copépodos, que forman parte de su dieta natural. Es
fundamental continuar con los estudios nutricionales que permitan
establecer dietas óptimas tanto para juveniles como para adultos
en condiciones de cautiverio, favoreciendo la sustentabilidad biológica
del sistema.
En la acuicultura y la piscicultura latinoamericanas, la
introducción de especies exóticas se ha convertido en una práctica común
que, si bien responde a motivos económicos y de mercado, conlleva riesgos
ecológicos considerables. Estas especies, al no pertenecer al ecosistema
local, pueden convertirse en especies invasoras, desplazando a
organismos nativos, alterando redes tróficas y generando desequilibrios en los
ciclos de nutrientes y energía. Ejemplos clásicos incluyen la tilapia, el pez
gato africano o la carpa, cuya alta tasa de reproducción y adaptabilidad les
permite colonizar rápidamente cuerpos de agua, compitiendo con especies
autóctonas por alimento, espacio y refugio. Además, muchas veces estas
especies introducidas portan patógenos o parásitos frente a los cuales
las especies nativas no tienen defensas, lo que puede provocar
verdaderas catástrofes sanitarias en los ecosistemas dulceacuícolas.
Uno de los factores que ha incentivado esta preferencia por
especies exóticas es el eurocentrismo cultural que permea muchas
decisiones comerciales en América Latina. Este sesgo valora de forma acrítica
lo que proviene de Europa o de países del norte global, asociándolo con mayor
prestigio, productividad o calidad, mientras se desconocen o menosprecian
las especies nativas. En muchos casos, este etnocentrismo negativo
impide ver el potencial adaptativo y ecológico de peces autóctonos que
han evolucionado en simbiosis con su ambiente, que presentan una alta
tolerancia a las variaciones de oxígeno, temperatura y pH, y que además cumplen
roles importantes dentro de sus ecosistemas. Esta lógica de
importación también responde a un modelo de consumo globalizado que prioriza
especies “famosas” por su presencia en mercados internacionales, como la
trucha o el salmón, ignorando las realidades ecológicas y sociales locales.
El resultado de esta práctica no es solo un riesgo
ecológico, sino también un desaprovechamiento económico. Muchas especies
nativas poseen características que las hacen más resistentes, menos
exigentes nutricionalmente y más económicas de cultivar, además de tener
sabores y texturas muy valorados en mercados regionales. Sin embargo, su
desconocimiento en los circuitos de comercialización y su escasa promoción
científica han hecho que se mantengan marginadas frente a especies
extranjeras, que requieren a menudo sistemas más sofisticados y costosos. Al
ignorar estas posibilidades, los productores muchas veces terminan invirtiendo
más dinero en sistemas de filtración, alimentación especializada o control de
enfermedades, cuando especies locales podrían representar una alternativa
más sostenible y rentable.
Superar esta situación requiere un cambio de paradigma
que reconozca el valor de lo propio y promueva la investigación, el consumo y
el comercio de especies nativas. Este cambio debe comenzar por la
educación científica, pero también por políticas públicas que incentiven el
cultivo de peces autóctonos y que regulen con mayor severidad la introducción
de especies foráneas. También es necesario que los mercados se sensibilicen
frente al impacto ecológico de sus decisiones y comiencen a valorar no solo el
rendimiento económico inmediato, sino la sostenibilidad a largo plazo.
La biodiversidad latinoamericana no necesita ser sustituida: necesita ser
reconocida, protegida y aprovechada con inteligencia ecológica y justicia
cultural.
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