La cuenca del río Tunjuelo se caracteriza por reflejar, al igual que otras grandes cuencas del mundo, la distribución del territorio y las tendencias socioeconómicas predominantes en la región. Sin embargo, en el caso del Tunjuelo, la huella de la intervención humana es especialmente evidente. Desde la transformación de su cauce en zonas de extracción y canteras, la construcción de represas para el abastecimiento de agua y la implementación de estructuras de control de inundaciones, hasta actividades como la tala de bosques, la minería, la industrialización y la urbanización acelerada, cada acción ha dejado su impronta en este vital cuerpo de agua.
Figura 1. El río Tunjuelo, también conocido como Tunjuelito, discurre \(73 {\color{purple}{\text{km}}}\) desde su nacimiento en el páramo de Sumapaz, donde se nutre de afluentes naturales, hasta desembocar en el río Bogotá. Durante la época colonial, su curso atravesaba paisajes rurales y boscosos, reflejando un entorno prístino y poco intervenido. Con el crecimiento de la ciudad de Bogotá, especialmente a partir de las décadas de 1960 y 1980, el río comenzó a ser urbanizado; se instalaron canteras, represas y redes de drenaje, alterando su cauce natural. Este proceso de intervención intensificó la contaminación y la transformación del paisaje, evidenciando la creciente presión del desarrollo urbano sobre un recurso hídrico vital para la capital colombiana. Además, su deterioro impacta la calidad de vida.
Además, la existencia de mega proyectos para el manejo de residuos sólidos urbanos, el pastoreo tradicional y la agricultura insostenible han contribuido a la degradación del ecosistema del río, afectando tanto la calidad del agua como la biodiversidad de la cuenca. Según estudios y diagnósticos realizados por entidades ambientales y académicas, estos procesos han incrementado la contaminación por metales pesados y otros compuestos tóxicos, generando impactos significativos en la salud pública y en los ecosistemas locales.
El impacto de estas actividades se ve reflejado en la división de la cuenca en tres zonas principales:
- Cuenca Alta: Comprende la zona más escarpada, que se extiende desde la Laguna de Los Tunjos—lugar de origen del río—hasta el embalse de La Regadera. Esta área, situada en el Páramo de Sumapaz, es crucial para la retención y almacenamiento del recurso hídrico. Los embalses de Chisacá y La Regadera, además de formar parte del sistema de abastecimiento de Bogotá, tienen la capacidad potencial de proveer agua a un millón de habitantes. La cuenca alta, sin embargo, enfrenta presiones por actividades agrícolas y por la expansión de asentamientos campesinos que, en ocasiones, alteran la integridad del ecosistema.
- Cuenca Media: Se extiende desde el embalse de La Regadera hasta la zona denominada “zona de canteras”. En esta área, de carácter rururbano, se desarrollan actividades minero-industriales orientadas a la extracción de materiales para la construcción, lo que ha ocasionado modificaciones en el cauce del río, alteraciones en la riberas y, en algunos casos, la pérdida de recarga de acuíferos. También se encuentra el relleno sanitario Doña Juana, fundamental para la disposición final de residuos de la ciudad, pero que genera presiones adicionales en el equilibrio ambiental de la cuenca.
- Cuenca Baja: Abarca el perímetro urbano de Bogotá, extendiéndose desde la zona de canteras hasta la desembocadura en el río Bogotá. Esta área es la más densamente poblada y presenta múltiples problemáticas urbanas, entre las que se destacan la insuficiencia de redes de alcantarillado y la acumulación de basuras, lo que intensifica los riesgos de inundaciones y el deterioro de la calidad del agua durante las crecidas.
Los eventos ocurridos en mayo de 2002 marcaron un antes y un después en la percepción y la gestión de la cuenca. Las inundaciones provocadas por el desbordamiento de la quebrada La Chiguaza y la ruptura del jarillón en el margen oriental del río desencadenaron crisis que afectaron tanto a barrios como a sectores productivos, evidenciando la vulnerabilidad de la infraestructura y de la comunidad ante eventos hidrológicos extremos.
En este contexto, la falta de integración entre las propuestas técnicas de las instituciones públicas y el conocimiento empírico y cultural de la población ha limitado el desarrollo de soluciones integrales. Mientras los profesionales en hidráulica y consultoría implementan intervenciones sofisticadas, la percepción social y el conocimiento local resultan esenciales para comprender de forma holística la realidad del territorio y diseñar estrategias de recuperación ambiental que consideren también las condiciones de pobreza y vulnerabilidad de la población.
Figura 2. El cauce natural del río Tunjuelo, como el de cualquier otro río, cuenta con una zona inundable estacional, fundamental para la recarga de acuíferos y la dispersión de sedimentos. Sin embargo, al canalizar parte de su curso para controlar crecidas abruptas, se altera su dinámica natural, lo que genera problemas de inundaciones en barrios que crecen en su ribera. La ocupación urbana descontrolada en estas áreas y la falta de infraestructura adecuada agravan los riesgos, afectando la calidad de vida de los habitantes y provocando frecuentes emergencias durante eventos hidrológicos extremos. Esta situación evidencia la necesidad de replantear estrategias de manejo integradas que respeten la función ecológica del río y protejan a las comunidades vulnerables.
La pobreza, presente en aproximadamente el 95% de los habitantes de la cuenca, se erige como la amenaza principal para el bienestar social. En localidades como Bosa, Usme y Ciudad Bolívar se han declarado situaciones de emergencia social, lo que se traduce en deficiencias en salud, educación y servicios públicos básicos, exacerbando la problemática ambiental y dificultando la implementación de soluciones efectivas.
Frente a este escenario complejo, diversas organizaciones comunitarias han emergido con el objetivo de articular una respuesta integrada que abarque tanto la restauración del río como el fortalecimiento del tejido social. Estas organizaciones, a través de distintos niveles de organización territorial, buscan incidir en la política pública, promover la participación ciudadana y generar conciencia ambiental, elementos indispensables para la recuperación de la cuenca.
La situación actual demanda un enfoque integral y participativo que articule acciones en el ámbito de la gestión ambiental, el ordenamiento territorial y la educación ambiental. Iniciativas como la Estrategia de Intervención Integral de la Cuenca Urbana del Río Tunjuelo, impulsadas por entidades como la Secretaría Distrital de Ambiente y organismos académicos, apuntan a recuperar la calidad del agua, a reforestar las zonas degradadas y a mejorar la infraestructura de servicios, todo ello en un marco de participación activa de la comunidad.
En definitiva, la cuenca del río Tunjuelo es un reflejo de los desafíos que enfrentan las grandes ciudades en la actualidad: la tensión entre el desarrollo urbano y la conservación ambiental, y la necesidad de integrar saberes técnicos y locales para lograr un equilibrio sostenible. Abordar estas problemáticas desde una perspectiva integral y con un fuerte componente de educación y participación ciudadana es, sin duda, el camino hacia la recuperación y el mejoramiento de la calidad de vida en la región.
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